Este año se conmemoraron 200 años de nuestra independencia y al mismo tiempo el mojón fundante de la historia nacional. Los acontecimientos del fin de semana largo que se dispuso, a nivel oficial, a propósito de los festejos merecen una mirada de atención.
¿Que es lo que el fenómeno del Bicentenario, representa en términos de nacionalidad, cultura popular y cultura de masas con seis millones de personas, o cuatro ya que poco importa en esto el número, deambulando por el centro histórico de la ciudad de Buenos Aires?
Desde la mitad del siglo XIX, cuando el poema gauchesco determinaba la constitución de un ser nacional, una cultura propia, nuestra comprensión de fenómeno de la cultura nacional está relacionado con los colores de la bandera, el himno, la épica de la conquista y la lucha contra el indio y el mito del gaucho. Sarmiento, en1847 constituye el mito fundacional del provinciano, bárbaro, valiente y audaz que se resolvió en un “paradigma clásico del folklore “instalando en pocos años la constitución del símbolo que luego Hernández llevará a la imagen del gaucho rebelde que enfrenta a los valores y la ética de una sociedad nueva que no comprende.
Esta constitución del ser nacional , hecha por la literatura y los medios de comunicación que la tomaron y amplificaron ha constituido una regla habitual, que en nuestras celebraciones patrias se han caracterizado por la celebración apoyada en la puesta en escena de lo militar y lo gauchesco , como serie de invariantes discursivas.
La Argentina recibió entre 1890 y 1930 más inmigrantes en realción a su población que cualquier otro país moderno.
Entre 1890 y 1914, las oleadas sucesivas de inmigración produjeron un choque cultural que quizá recién ahora más de cien años después comienza a saldarse, ya que la cruza entre los saberes de las clases obreras urbanas de la migración italiana, española y centroeuropea con esa cultura gauchesca produjo nuevos significados. No se debería olvidar que el término “cultura” es un término que tiende a confundir el análisis ya que “al juntar tantas actividades y tantos atributos en un solo conjunto, de hecho puede ocultar distinciones que se deberían hacer entre tales actividades y atributos” según decia un tal Thompson. Preferimos usar la categoría de lo popular que nombra en la América Latina contemporánea, aquello que está fuera de lo decible y de lo enunciable. Aquel acontecimiento que, cuando se vuelve representación, no puede administrar los modos en que se lo enuncia; en la inclusión mediática de lo diferente que lo modifica, en esa sobrerrepresentación, en más de lo mismo.
En esos cinco días de fiesta donde los cuerpos, los olores, los humores , la voz , el canto y el alcohol estuvieron presentes en el ámbito público en forma ininterrumpida, como en los carnavales medievales , las formas rituales del espectáculo, el vocabulario familiar y hasta procaz, se pusieron en evidencia poniendo el acento en la recuperación de un significado.
En un momento histórico y político donde una voz mediática se ocupó de instalar un significante de tensión y crispación como preocupaciones de la gente (sintagma que opera borrando las nociones de clase, pueblo o sociedad ) en el medio de una disputa entre sectores del poder político con sectores del poder económico reapareció, en forma impensada e inesperada lo popular.
Lolos términos clase y popular están profundamente relacionados pero no son intercambiables. El capital siempre tuvo interés en la cultura popular ya que la configuración de un nuevo orden social requirió un proceso de reeducación que imprimiera un molde específico de pensamiento. La historia de las tensiones entre lo tradicional y popular por un lado y lo canónico y burgués ha sido siempre una historia de lucha y resistencias, apropiaciones y re-apropiaciones que, en éste caso emergen una vez más. Lo popular y la expresión de clase reaparece en esta celebración, para recordar a todos los actores que esas tensiones no están saldadas, que una suerte de conciencia atraviesa las capas de la sociedad y que aquellos sectores que disputan el poder hegemónico no pueden olvidar y deben tener en cuenta su presencia.
La irrupción de esta masividad que intenta recuperar parte de su significado se inserta más con una cultura del aguante, del barrio, de lo maradoniano contestatario que circula en los márgenes de la sociedad antes que una clara identificación político-ideológica que tome partido en una disputa entre sectores de una clase dirigente dueña de los modos de producción de valores económicos y simbólicos. Pero en el espacio de la cultura popular es donde se da una de las luchas en la disputa por la hegemonía y la presencia de los millones de personas hace que lo popular diga presente para no ser hablado por otros.
La cultura del aguante, es una idea que está relacionada con la violencia, lo corporal y también la masculinidad. Una noción que refiere a prácticas sociales específicas del campo del fútbol y del rock, una categoría que da cuenta de los modos en que entran en conflicto y se articulan las luchas por los significados y, eventualmente da cuenta de una de las formas de resistencia de lo popular.
Atravesados por sus especificidades en sus dinámicas internas ya que claramente no describen fenómenos iguales en el fútbol o en el rock, los matices de esta categoría permiten ser utilizados para poder acercarnos a la descripción de estos acontecimientos multitudinarios.
Esta noción permite acercarse a comprender el fenómeno que hace que familias, ciudadanos, individuos de distintas extracciones socioculturales se hayan dispuesto alegremente a ser pisoteados y apretados sin que eso fuera causa de un malestar más complicado que algo pasajero. El cuerpo saltando expuesto con la Sole, mojado, que había estado apretado mirando a la selección en pantalla gigante tiene que decirnos algo más que una simple exteriorización. La experiencia del espectáculo masivo ha sido condición de producción de un cuerpo puesto en visibilidad para expresar una presencia. Alabarces en su libro Fútbol y patria propone aceptar que Maradona concentra una gran parte del imaginario social en cuanto a símbolo o epítome de lo nacional. De acuerdo a este enunciado, entonces, lo popular actualiza la idea del negrito respondón y deslenguado que hace ver su presencia cada vez que es hablado por los sectores del poder.
Este cuerpo mojado y respondón estuvo ahí para algo que importaba un poco más que la fiesta.
El desempeño de la cobertura de los medios, forma parte del análisis en recepción. La presencia en las calles que obligó a una cobertura en directo de lo que estaba sucediendo, obligándolos a modificar el discurso que proponía la oferta de la grilla habitual. Una muchedumbre que remite a los actos masivos de los cierres de campaña de las elecciones de 1983 de los partidos mayoritarios y muy superior al espectáculos de rock con más asistencia de público en el cierre de Soda Stéreo de 1991 obligó a repensar las transmisiones, en un acto de resistencia de lo popular que, por su espontaneidad no puede pensarse como calculado.
La ausencia de incidentes graves, la capacidad de autorregulación del público en cuanto a actos violentos, robos y todo el imaginario que compone la circulación de las barras del fútbol por la vía pública no tuvieron lugar.
Aproximarse a una comprensión de manifestaciones populares como sucedió en el Bicentenario exige primero que nada esforzarse en evitar el analizarlas desde la posición de la no pertenecia, de un acto de otros. Subalternidad y popular son categorías que se entrecruzan y que sufren mutaciones, violencias, intervenciones del poder desde lo canónico y letrado.Las manifestaciones de alegría , participación y autoreconocimiento posibles a partir de una oferta organizada y articulada desde el poder político, resistida y criticada desde otro sector político aliado con actores económicos no representan solamente emociones relacionadas con las nociones de patria y nacionalidad. Debe impugnarse la mirada fascinada, emocionada por lo popular que recupera el valor emocional pero borra y oculta los componentes propios de la cuestión de la subalternidad. El conflicto, la desigualdad y la relación con el poder forman parte necesaria e inseparable de estas expresiones populares. En el intento de comprensión y descripción de estas manifestaciones, no dar cuenta de ello es una operación que se apropia del valor simbólico del sentido.
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