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La madrugada del 24 de marzo de 1976 me encontró con la pregunta que no tenía respuesta.
Los que estábamos en el exilio en la Argentina, buscando un lugar donde vivir y resistir, frente a una dictadura que , en mi caso ya tenía presa a mi abuela, una dictadura que hacía tres años nos tenía a muchos uruguayos en la actividad de resistencia , como mis viejos, creímos que la cancha se había cerrado para siempre. Yo no podía saber que pocos meses después un tío desaparecería , víctima del Plan Cóndor, ni que mi familia se desmembraría, ni que me quedaría a vivir sólo en Argentina. Unicamente sentí que ese 24 era un adiós a una etapa donde la posibilidad de un cambio social se cerraba en una forma que prometía ser larga en el tiempo, como el tamaño de mi propia vida. Triste , solitaria y final, como la última línea de la brutal novela de Chandler que sirvió de título a la mejor novela del Gordo Soriano.
Hoy, me doy cuenta que de una u otra manera hemos resistido.
Aquí me afianzo y formo
hombres según mi idea.
A ese linaje semejante a mí
para que sufra y llore,
goce y se alegre
y te desprecie
¡Como yo!
Del Prometeo de Goethe
No nos han vencido, Don Canilla
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