La ciudad, el espacio urbano, no ha sido nunca un lugar armónico, libre de confusión, conflictos y violencia. Desde la Revolución de Mayo de 1810 a la Comuna de París de 1871 , desde la Chicago de los Mártires de 1886 hasta París del ’68, enormes movimientos sociales, masacres como Tlatelolco, y advenimientos como los patas sucias en la fuente del ’45 se han sucedido en ese espacio que remite al ágora de la cosa pública contemporánea. La violencia que ha dividido Belfast, que ha destruido Beirut y Sarajevo, que ha sacudido Bombay y que sacudió al símbolo de las dos torres del imperio hace tomar nota que la ciudad también ha demostrado ser una forma social notablemente elástica, duradera e innovadora.
Desde 1945, con la clásica imagen de los patas sucias en la Plaza de Mayo y antes, con las manifestaciones de la década infame, el espacio público urbano siempre ha contenido al cuerpo puesto en juego por las clases subalternas, único y final recurso de oposición a las diferentes formas de hegemonización del pensamiento. Cuando encontramos la violencia que se ejerce desde el aparato represivo del Estado, también nos encontramos por un poder ejercido por la clase dominante que no es un “privilegio” sino parte del efecto de conjunto que acompaña la posición de aquellos que son dominados.
Dice Herman Schiller en http://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/1mayo110601.htm “Enrique Ortega, un periodista burgués, escribió lo siguiente en La Prensa de Buenos Aires, el 30 de abril de 1890: "Asusta ver la actitud de ese elemento obrero de Europa entera, y en especial de Alemania, Inglaterra, Italia y Francia, lleno de aspiraciones y esperanzas (...). El anuncio de una huelga general en el Viejo Continente, organizada para el Primero de Mayo próximo, no deja de preocupar a los hombres que manejan la cosa pública". Podemos asumir entonces que ya desde fines del siglo XIX el uso del espacio público en la ciudad de Buenos Aires como lugar propio de protesta social, de oposición al orden y al poder de las clases dominantes era una práctica que empezaba a gestarse y que era reconocida como tal por los medios de comunicación del poder.
Esta práctica se ha realizado siempre en términos del dolor, esto es, de las necesidades expuestas en el cuerpo exhibido de la pobreza y el hambre hasta las lágrimas de los familiares de los muertos en accidentes de tránsito, desde las fotos de la violencia represiva publicadas en los medios gráficos al principio y la televisión más recientemente, sirviendo como documentos y advertencia al mismo tiempo, hasta la presencia silenciosa y definitiva de la ronda de las Madres. Este dolor, individual y colectivo, reproducido en los medios, opera como productor de pánico y no posibilita la información y el análisis. Así, el espacio público de la Ciudad de Buenos Aires, fundamentalmente su Plaza de Mayo y alrededores fueron el lugar último y privilegiado de expresión tanto de las masas peronistas como de los partidos de izquierda.
Más acá en el tiempo, la utilización de estadios por parte de la UCR en la primavera del ’83 y los famosos actos de cierre en el Obelisco, con centenares de miles de personas movilizadas desde todo el espectro político fue un primer anuncio de la disputa por la apropiación del significante contenido en el símbolo del acto público de masas. No está dentro del propósito de este trabajo hacer un análisis del discurso de los medios en esas épocas, pero en líneas generales, no había una toma de posición sobre los actos y se informaba con mayor o menor lejanía respecto de los mismos.
Lo que siempre caracterizó al discurso del poder fue su presencia en los medios, sus mecanismos de instalación de sentido común como discurso social y su construcción de otredad.
Los partidos de la derecha política desdeñaron todo lo que supusiera populismo o izquierdismo y evitaron la disputa por el espacio público, manteniendo sus prácticas en espacios privados.
Luego de más de un siglo de distintas historias de luchas y presencia callejera, a comienzos del siglo XXI se produce un quiebre. Y este quiebre se expresa con la salida a la calle de la protesta de la pequeña burguesía, considerando el adjetivo pequeño no como la conocida categoría de análisis marxista sino estrictamente en cuanto a su posición en la escala de los titulares de cuentas de ahorro , plazos fijos y cajas de seguridad bombardeados por la crisis del 2001.
Los medios actuales, multimedios con aparato productivo gráfico, radial y televisivo, modificaron sustancialmente su discurso respecto de estas acciones sociales.
Se muestra la voz del perjudicado, haciéndose ver que pudo ser cualquiera de un nosotros al que está dirigido ese discurso. Pero se separa al mismo tiempo el piquete cortador de tránsito, promovedor de atrasos, ruido y complicaciones producido por los sectores más castigados por el fin de fiesta de los noventa y no se reprueba la agresión edilicia, roturas de vidrios, rotura de persianas producidas por los llamados ahorristas. Este proceso culmina con el acto del campo del 15 de julio de 2008.
En el Monumento a los Españoles se produce un increíble oxímoron, ya que se intenta mostrar la a-parición de una nueva argentinidad, asumiendo la defensa de la más privada de las rentas como la defensa de la cosa pública y del ser nacional , en oposición a la intervención estatal , negando de raíz la razón primera de la cosa pública, la intervención para la defensa de un bien común.
Así, en esta oposición construida de significados en pugna, campo-gobierno surge una apropiación del espacio público que modifica el sentido instalado de la protesta ciudadana. La marcha, las pancartas y los cantos –consignas son utilizados como parte del lenguaje de la voz popular modificando el sentido histórico con los que se los asociaba en el pasado, reasignándoles un nuevo valor. Dicen Alejandro Raiter y Julia Zullo , investigadores de la UBA en Sujetos de la lengua. “Una comunidad utiliza los mismos códigos de comunicación ideológica…El signo, entonces es la arena donde se desarrolla la lucha de clases; los índices de valor cambian o pueden cambiar “
La disputa política remite entonces al espacio urbano primero y al lenguaje , los símbolos y los iconos después. No aparece una producción propia de significados sino una apropiación y un vaciamiento de contenido- no es lo mismo la foto de un nene piquetero semidesnudo con una lata que la foto de la dama que sale a protestar con su mucama de uniforme golpeando la olla- que los medios se ocupan de amplificar e instalar como sentido común.
Entonces, ¿como se para el campo popular a observar esta situación ?
¿Qué sienten los sectores subalternos cuando les es resignificado el lenguaje?
¿Que análisis se está produciendo en los sectores intelectuales progresistas ?
¿Cómo oponerse en forma creativa y novedosa al avance del sector hegemónico sobre las formas de protesta?
Por un lado quizá sostener las viejas formas dotándolas de mayor volumen, esto es trabajar sobre la capacidad de movilización para que el mismo grito, la misma oración puesta sobre el asfalto tenga una visibilidad mayor.
Es probable que sea útil a los medios el hecho de que cada sector, cada damnificado, acceda a la protesta en la calle a cada momento, dado que se produce una sensación de saturación, amplificada por una prensa que no es imparcial, donde se muestra desde el obrero de la fábrica vaciada hasta el habitante de la villa olvidada, junto con las madres de los fallecidos en accidentes, todos como producto de la desidia y la falta de intervención del aparato estatal , lo que evidenciaría una falta de proyecto político.
Por otro lado, investigar formas novedosas de acción urbana que propongan un escenario distinto. Un accionar urbano que quite a los medios la posibilidad de la utilización del dolor y el pánico como subproductos asociados al tratamiento de la imagen y el signo. La diferencia de medios económicos y acceso mediático entre los sectores en pugna en este espacio hace que la derrota sea inevitable si no se propone un terreno de lucha apto para las fuerzas propias. Resulta evidente que el gobierno no está en condiciones-por falta de proyecto, por intereses cruzados, por falta de cuadros técnicos, por contradicciones internas-de intervenir en esta lucha por el valor de la comunicación y disputar de igual a igual con los factores de poder hegemónicos.
Es indispensable entonces encontrar formas que puedan interpelar al gran ausente – la mayoría de la sociedad urbana- en la discusión sobre el futuro .
Desde 1945, con la clásica imagen de los patas sucias en la Plaza de Mayo y antes, con las manifestaciones de la década infame, el espacio público urbano siempre ha contenido al cuerpo puesto en juego por las clases subalternas, único y final recurso de oposición a las diferentes formas de hegemonización del pensamiento. Cuando encontramos la violencia que se ejerce desde el aparato represivo del Estado, también nos encontramos por un poder ejercido por la clase dominante que no es un “privilegio” sino parte del efecto de conjunto que acompaña la posición de aquellos que son dominados.
Dice Herman Schiller en http://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/1mayo110601.htm “Enrique Ortega, un periodista burgués, escribió lo siguiente en La Prensa de Buenos Aires, el 30 de abril de 1890: "Asusta ver la actitud de ese elemento obrero de Europa entera, y en especial de Alemania, Inglaterra, Italia y Francia, lleno de aspiraciones y esperanzas (...). El anuncio de una huelga general en el Viejo Continente, organizada para el Primero de Mayo próximo, no deja de preocupar a los hombres que manejan la cosa pública". Podemos asumir entonces que ya desde fines del siglo XIX el uso del espacio público en la ciudad de Buenos Aires como lugar propio de protesta social, de oposición al orden y al poder de las clases dominantes era una práctica que empezaba a gestarse y que era reconocida como tal por los medios de comunicación del poder.
Esta práctica se ha realizado siempre en términos del dolor, esto es, de las necesidades expuestas en el cuerpo exhibido de la pobreza y el hambre hasta las lágrimas de los familiares de los muertos en accidentes de tránsito, desde las fotos de la violencia represiva publicadas en los medios gráficos al principio y la televisión más recientemente, sirviendo como documentos y advertencia al mismo tiempo, hasta la presencia silenciosa y definitiva de la ronda de las Madres. Este dolor, individual y colectivo, reproducido en los medios, opera como productor de pánico y no posibilita la información y el análisis. Así, el espacio público de la Ciudad de Buenos Aires, fundamentalmente su Plaza de Mayo y alrededores fueron el lugar último y privilegiado de expresión tanto de las masas peronistas como de los partidos de izquierda.
Más acá en el tiempo, la utilización de estadios por parte de la UCR en la primavera del ’83 y los famosos actos de cierre en el Obelisco, con centenares de miles de personas movilizadas desde todo el espectro político fue un primer anuncio de la disputa por la apropiación del significante contenido en el símbolo del acto público de masas. No está dentro del propósito de este trabajo hacer un análisis del discurso de los medios en esas épocas, pero en líneas generales, no había una toma de posición sobre los actos y se informaba con mayor o menor lejanía respecto de los mismos.
Lo que siempre caracterizó al discurso del poder fue su presencia en los medios, sus mecanismos de instalación de sentido común como discurso social y su construcción de otredad.
Los partidos de la derecha política desdeñaron todo lo que supusiera populismo o izquierdismo y evitaron la disputa por el espacio público, manteniendo sus prácticas en espacios privados.
Luego de más de un siglo de distintas historias de luchas y presencia callejera, a comienzos del siglo XXI se produce un quiebre. Y este quiebre se expresa con la salida a la calle de la protesta de la pequeña burguesía, considerando el adjetivo pequeño no como la conocida categoría de análisis marxista sino estrictamente en cuanto a su posición en la escala de los titulares de cuentas de ahorro , plazos fijos y cajas de seguridad bombardeados por la crisis del 2001.
Los medios actuales, multimedios con aparato productivo gráfico, radial y televisivo, modificaron sustancialmente su discurso respecto de estas acciones sociales.
Se muestra la voz del perjudicado, haciéndose ver que pudo ser cualquiera de un nosotros al que está dirigido ese discurso. Pero se separa al mismo tiempo el piquete cortador de tránsito, promovedor de atrasos, ruido y complicaciones producido por los sectores más castigados por el fin de fiesta de los noventa y no se reprueba la agresión edilicia, roturas de vidrios, rotura de persianas producidas por los llamados ahorristas. Este proceso culmina con el acto del campo del 15 de julio de 2008.
En el Monumento a los Españoles se produce un increíble oxímoron, ya que se intenta mostrar la a-parición de una nueva argentinidad, asumiendo la defensa de la más privada de las rentas como la defensa de la cosa pública y del ser nacional , en oposición a la intervención estatal , negando de raíz la razón primera de la cosa pública, la intervención para la defensa de un bien común.
Así, en esta oposición construida de significados en pugna, campo-gobierno surge una apropiación del espacio público que modifica el sentido instalado de la protesta ciudadana. La marcha, las pancartas y los cantos –consignas son utilizados como parte del lenguaje de la voz popular modificando el sentido histórico con los que se los asociaba en el pasado, reasignándoles un nuevo valor. Dicen Alejandro Raiter y Julia Zullo , investigadores de la UBA en Sujetos de la lengua. “Una comunidad utiliza los mismos códigos de comunicación ideológica…El signo, entonces es la arena donde se desarrolla la lucha de clases; los índices de valor cambian o pueden cambiar “
La disputa política remite entonces al espacio urbano primero y al lenguaje , los símbolos y los iconos después. No aparece una producción propia de significados sino una apropiación y un vaciamiento de contenido- no es lo mismo la foto de un nene piquetero semidesnudo con una lata que la foto de la dama que sale a protestar con su mucama de uniforme golpeando la olla- que los medios se ocupan de amplificar e instalar como sentido común.
Entonces, ¿como se para el campo popular a observar esta situación ?
¿Qué sienten los sectores subalternos cuando les es resignificado el lenguaje?
¿Que análisis se está produciendo en los sectores intelectuales progresistas ?
¿Cómo oponerse en forma creativa y novedosa al avance del sector hegemónico sobre las formas de protesta?
Por un lado quizá sostener las viejas formas dotándolas de mayor volumen, esto es trabajar sobre la capacidad de movilización para que el mismo grito, la misma oración puesta sobre el asfalto tenga una visibilidad mayor.
Es probable que sea útil a los medios el hecho de que cada sector, cada damnificado, acceda a la protesta en la calle a cada momento, dado que se produce una sensación de saturación, amplificada por una prensa que no es imparcial, donde se muestra desde el obrero de la fábrica vaciada hasta el habitante de la villa olvidada, junto con las madres de los fallecidos en accidentes, todos como producto de la desidia y la falta de intervención del aparato estatal , lo que evidenciaría una falta de proyecto político.
Por otro lado, investigar formas novedosas de acción urbana que propongan un escenario distinto. Un accionar urbano que quite a los medios la posibilidad de la utilización del dolor y el pánico como subproductos asociados al tratamiento de la imagen y el signo. La diferencia de medios económicos y acceso mediático entre los sectores en pugna en este espacio hace que la derrota sea inevitable si no se propone un terreno de lucha apto para las fuerzas propias. Resulta evidente que el gobierno no está en condiciones-por falta de proyecto, por intereses cruzados, por falta de cuadros técnicos, por contradicciones internas-de intervenir en esta lucha por el valor de la comunicación y disputar de igual a igual con los factores de poder hegemónicos.
Es indispensable entonces encontrar formas que puedan interpelar al gran ausente – la mayoría de la sociedad urbana- en la discusión sobre el futuro .
Estos son los post que van a lo profundo y por eso enseñan.
ResponderBorrarUn saludo
que lo parió, Canilla, es post o ensayo?? Besos.
ResponderBorrarMencantó. Esto de la resignficación y apropiación de signos y consignas es algo que me tiene preocupada. La marcha de los pañuelos negros me partió la cabeza. Ya que está en tema, no se anima?
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