El amigo @escriba se tomó el trabajo de revisar algo que nos pasa a muchos de los sujetos politizados que caminamos estas pampas. El dejá vue en la política es “la calesita” que plantea el paso recurrente por los mismos
lugares.
Es un ejercicio interesante tratar de explicar estas vueltas
y vueltas desde la aplicación de un herramental teórico que para los que no
somos del palo cienciapolítico quizá no hemos intentado. Tanto Maquiavelo como
Platón son usados para este ejercicio que intenta aportar respuestas a esa
pregunta.
Por supuesto , éste apunte rápido no intenta ser un
comentario y mucho menos una opinión crítica ( en el sentido amplio ) sino
solamente un detalle de los puntos que me dejó su lectura. Algunas ideas me
resultaron conocidas, por haber leído algún trabajo académico de Nicolás sobre
Maquiavelo, pero la introducción de los griegos me resultó novedosa.
Toda lectura es parcial y por lo tanto es mi lectura.
Lo primero a anotar es que para mí no hay una repetición de
hechos políticos, si hay similaridades pero no repeticiones. Más que una
calesita circular es como el avance del tornillo. Se pasa por las mismas coordenadas externas pero
en otro plano.
Dicho esto, me encontré con cosas interesantes para
problematizar y pensar.
El primer desafío es pensar que el programa del partido del
pueblo, el plan de los sectores populares es amorfo, débil y aparece apenas
como una propuesta defensiva para no ser dominado. Dice Nicolás que hay que
anotar cuidadosamente lo que planteaba O Donell cuando decía que encontraba una
manifiesta incapacidad por parte del
partido de los trabajadores de poner en caja a las elites con un proyecto dominador. Anota con agudeza que no queda claro si es incapacidad o falta de voluntad ,
pero que en todo caso se manifestó
durante el período glorioso de los 30 años del capitalismo del siglo XX
desde el 45. Y agrega que es a ése
sector, que a duras penas y con alianzas cambiantes lograba defenderse , al que la
dictadura militar derrotó en toda línea. Es ése sector el que produjo como
herederos a las clases urbanas más debilitadas, menos organizadas que fueron la
mano de obra de la nueva globalización del capitalismo.
Lo primero que hay que pensar cuando uno “se mete en
política” es con quién lo hace.
El sujeto colectivo heredero de la tradición política de los
60-70 no es “la comunidad organizada” del discurso peronista sino un agregado
de individuos mano de obra de un capitalismo global que cambió muy rápidamente
su matriz productiva, entre otras cosas, para “desorganizar” comunidades.
El humor popular es apenas no ser molestado.
El segundo desafío es la provocación a pensar a la figura
del líder como un espacio vacío. Por supuesto que hay un ejercicio laclausiano
y lacaniano con lo que plantea como
punto de referencia, pero lo interesante es pensar que los populismos proponen
llenar ese espacio con un líder y los no
populismos lo llenan con una figura que es integrante de un equipo.
El líder no es reemplazable por una figura de equipo y esto es una ventaja comparativa muy fuerte para resolver problemas de continuidad política cuando miramos los modelos.
El líder no es reemplazable por una figura de equipo y esto es una ventaja comparativa muy fuerte para resolver problemas de continuidad política cuando miramos los modelos.
El tercer desafío es proponer que no nos encontramos frente
a expresiones hegemónicas de un tiempo sino apenas de expresiones contingentes.
Ni el kirchnerismo ni el macrismo son formas de hegemonía sino contingencias de
hegemonía escindida, tomando esta categoría de otros autores. Ganar no es ser hegemónico.
Es sólo ganar en un momento dado.
De acá sigue que construir mayoría electoral es un proceso artesanal, tomando expresiones ( sentido, símbolo) que siempre están ahí porque el paisaje social cambia mucho menos que la contingencia de gobierno.
De acá sigue que construir mayoría electoral es un proceso artesanal, tomando expresiones ( sentido, símbolo) que siempre están ahí porque el paisaje social cambia mucho menos que la contingencia de gobierno.
Y para postre, nos provoca diciendo que la salida es antes
comunicacional, discursiva, que de construcción de un modelo político o una
propuesta. Plantea reponer valores, miradas de un
mundo en disputa, además de información y datos para convencer en el
debate en el ágora.
Preocuparse por qué
siente el otro, para que el otro escuche una solución posible.
Vale la pena leerlo, botijas.
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