Luego de 1850 y bajo la influencia de Urquiza sucesivas corrientes inmigratorias se dirigieron a nuestro país, sobre todo en las zonas entrerrianas y santafesinas de Colón , Esperanza y San Carlos. Los primeros contingentes estaban compuestos, fundamentalmente por Suizos-Alemanes, Suizos- Franceses, Saboyanos y Piamonteses, en su mayoría protestantes.
La adecuación fue lenta y trabajosa, para lograrla pusieron todo su esfuerzo pero conservaron fielmente los valores culturales, idiomas y costumbres de sus mayores. Al pretender formalizar sus uniones matrimoniales ocasionaban graves inconvenientes dado a que en esos momentos la registración de hechos y actos estaba en manos de la Iglesia Católica.
No es extraño que los representantes de esas comunidades adoptaran medidas para asignar mediante diversos registros la seguridad jurídica.
El Gobernador de Santa Fé, Nicasio Oroño, que no era precisamente un zurdo-monto-comunista-negro-revolucionario, sanciona en esa porvincia en 1867 la Ley Oroño de matrimonio civil. Era una respuesta auténticamente liberal a una problemática real. Fué amenazado de excomunión y el texto de la ley, puesto en un cuadro , fué fusilado. Los curas de entonces ya tenían claro lo que era la guerra santa.
La Iglesia Católica, la primer multinacional del mundo, el primer organismo global y el primer grupo de personas que entendió lo que significa crear valor simbólico, administrar el contenido y asegurarse los canales de distribución ( una empresa integrada horizontal y verticalmente mucho antes que la Ford o Microsoft), no duda hoy en nuestro país , en agitar fantasmas de la Inquisición. Y en poner los micros, el simple de queso y el vasito de coca, para que no se diga que los llevan por el chori.
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